Junio termina, y a tan sólo una semana para el pistoletazo de salida de los maravillosos (y divertidísimos) eventos planeados para el Orgullo 2024 en Madrid, nos quedamos todos pasmados al ver el ingeniosísimo cartel promocional elaborado por el excelentísimo Ayuntamiento de Madrid, donde la ausencia de las siglas LGTBI+, la bandera oficial o incluso unos valores más acertados y acordes con los que la comunidad defienden, se echan más en falta que un buen reveal en la final de Drag Race España III.
Si bien nuestras buenas y festivas costumbres son extensamente conocidas por el resto de la sociedad (y nosotros nos enorgullecemos de ello), es importante preguntarse: ¿son esos los principios que nos rigen como Comunidad? Permitidme contaros una pequeña anécdota para demostraros que no.
Esta historia comienza con un grupo de jóvenes (y no tan jóvenes) mariquitas (entiéndase por esto: bisexuales, gays… chasers…) viajando a Roma para participar en el torneo de rugby internacional Bingham Cup Roma 2024, bajo el estandarte de Madrid Titanes. Fue tanto el anhelo de participar, de formar parte de algo importante, que la cantidad de titanes inscritos fue tal que la posibilidad de que todos ellos abandonasen en algún momento el banquillo, y saliesen a la pista, era menos que remota. Pero entonces, desde dirección, surgió una idea: La idea. Algunos de los más duros y potentes titanes (porque describirlos como “los novatos menos duchos” podría herir sus delicados sentimientos) serían enviados a formar parte de un equipo mixto organizado junto con el otro único equipo de rugby inclusivo de España, nuestres hermanes les Panteres Grogues de Barcelona.
Como podréis adivinar, el comienzo no fue un camino de rosas, veinticuatro personas que se habían visto entre ninguna y dos veces en toda su vida, y que como mucho sólo habían jugado como rivales en diferentes lados del campo… tenían menos posibilidades que Las Ketchup en Eurovisión. Pero, para sorpresa de todos, el compañerismo surgió rápidamente, y tras el primer partido, Pantis se consolidó como equipo y como familia. Pero como no es oro todo lo que reluce, y en todas las familias hay conflictos, por supuesto que en Pantis no faltaron los desacuerdos. Los rivales eran duros, el sol y el calor no tuvieron ni un ápice de piedad, tanto la comida como el agua escaseaban… la situación era casi tan extrema y complicada como intentar conseguir entradas para el concierto de Taylor Swift. Y a pesar de todo ello, Pantis jugó cada partido con decisión, como un único ente decidido a darlo todo en el campo. Dejaron de ser Titanes y Panteres: ya sólo eran Pantis, hermanos luchando codo con codo con el objetivo de demostrar su valía, de demostrar cómo a pesar de ser medio desconocidos todos albergaban un sentimiento común en el pecho, un sentimiento que los impulsaba a dar el máximo de lo que podían dar, a correr cuarenta sprints seguidos en cuarenta minutos, a placar sin miedo y sin piedad a jugadores siete veces más grandes… Y así lo hicieron. Tobillos imposibles, placajes criminales, deshidratación, quemaduras debidas a césped artificial a la temperatura de la superficie solar, dedos y narices rotos… Lo dieron todo. TODO.
Por eso cuando pienso: ¿tacones, copas y condones? Sí. Pero esos no son nuestros valores. Esos son algunos de los placeres de algunos de los miembros de nuestro colectivo, pero NO son nuestros valores, no lo que defendemos, no lo que nos une bajo una misma bandera con once colores, siempre abierta a acoger alguno más. La hermandad y la sororidad, ser un espacio seguro donde ser quién realmente eres y quien realmente quieres ser, la seguridad, el “corre y choca sin miedo contra ese delantero que pesa cien kilos más que tú, que yo voy contigo a tu espalda y no nos van a parar”. Ser una familia en la que confiar para los que están solos y necesitan un equipo. Esos son nuestros valores, eso es lo que defendemos y seguiremos defendiendo, este orgullo 2024, todos los que vengan en años futuros, y cada día entre medias.
Se despide, una princesa Panti.
Tacones, copas y condones